An Excerpt From: LA SEDUCCIÓN DE SHARON

Copyright © MARLY CHANCE  2002.

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Pareció una buena idea en ese momento. Ahora, todos estos años
después, ella tenía que reírse ante la perversidad del destino. Él era
el sexo personificado. Ella era sólo una bibliotecaria de un pequeño
pueblo.

De pie frente a ella, vestido con una camisa de seda de color negro
y pantalones de cuero, él parecía ser seis pies siete pulgadas de
musculatura esculpida, apetitosa y sexy. Era el tipo de hombre que
las madres advertían a sus hijas evitar, y sobre el que los buenos
amigos aconsejaban, “disfruta el momento mientras puedas; con el
tiempo, él romperá tu corazón”.

Su cabello, muy corto al estilo militar, era negro como el azabache.
Su rostro, de ángulos masculinos. Era bello a la manera de un
guerrero. Parecía tener alrededor de treinta y cinco años de edad,
difíciles gran cantidad de ellos. No era un hombre bonito, sensible,
en contacto con sus sentimientos. El tipo era un peligro rotundo.
Estaba totalmente fuera del alcance de ella.

Ella tenía el estilo de las túnicas de algodón, un buen libro y un
simpático velador. Él era sexo desenfrenado, prohibido y sin límites
en la oscuridad. Cuando sus miradas establecieron contacto por
primera vez, ella vio que eran de color azul profundo y ardiente. En
esa mirada, ella vio la llama azul del deseo intenso y la posesión. Él
la deseaba, no había dudas de eso, pero aún más aterrador, su
mirada deambuló por el cuerpo de la mujer como si él ya lo
hubiese reclamado. Reiteradamente. Íntimamente.

Sharon sintió como si se hubiera tirado de un acantilado. Su
corazón palpitaba, se había sonrojado y sentía un impulso por
gritar. Ella bajó su mirada a la alfombra presa del pánico.

Esto había sido realmente un gran error. Quizás cumplir con su
deber e inscribirse no había sido una buena idea. Probablemente
sólo sonreiría, lo miraría a los ojos y le diría, “Sé que se supone
que debemos comprometernos, pero ¿puede usted tal vez
encontrar otra prometida? No puedo tener sexo escandaloso con
usted. Por Dios, sólo soy una bibliotecaria. En realidad, no soy
aventurera. No deseo verdaderamente vivir en otro planeta o
fusionar mentes o realizar cualquier otra actividad extraterrestre.
Simplemente me iré ahora…”. Con un suspiro, ella alzó su mirada
para mirarlo y sintió que las palabras quedaban atrapadas en su
garganta.

Él sonreía. De hecho, casi reía. La repentina diversión suavizó un
poco los rasgos del hombre y lo hizo más accesible. No la habían
engañado. Esto lo hizo aún más peligroso.

Con un pequeño resoplido en señal de fastidio, ella enderezó los
hombros. De acuerdo, estaba asustada e incluso aterrorizada, pero
él lo lamentaría si seguía riéndose: ella encontraría la forma de
hacerlo pagar. Respiró hondo, entrecruzó las manos y se inclinó
hacia él con agresividad. Sus rodillas podían temblar, pero ella le
demostraría que no sentía temor de un tipo corpulento, de sonrisa
burlona, sexy y fastidioso. Jamás. Era mejor que él entendiese
ahora mismo que ella no era ingenua.

* * * * *

Liken miró a la pequeña belleza parada tan asustada y desafiante
frente a él y sintió regocijo en su corazón. Ella era perfecta. Su
estructura de cinco pies ocho pulgadas casi vibraba con
nerviosismo e indignación. Ella era hermosa y valiente. Él admiraba
la belleza, pero ella necesitaría de coraje en el futuro. Ella combatía
el efecto que él tenía sobre ella ahora, pero eso cambiaría. Él se
aseguraría de eso. Primero, sin embargo, tenía que controlar su
propia excitación sexual.

Ella tenía cabello negro y largo que caía apenas debajo de sus
hombros. Verlo personalmente, y no telepáticamente, le hizo sentir
deseos de tocarlo con las manos. Él ansiaba ese cabello extendido
en su almohada. O aun mejor, sobre cada pulgada de su cuerpo.
Los ojos de la mujer eran como piedras del mar, de color verde
profundo y parecían iluminados desde el interior. Su rostro no era
de una belleza shimeriana clásica. La boca era un tanto demasiado
gruesa, la nariz un tanto demasiado respingada. Sin embargo, el
efecto global sobre sus sentidos era devastador.

Él quería que ese rostro lo mirara con deseo, con necesidad. Él
deseaba que esos labios gruesos estuvieran hinchados y sensibles
por haber copulado con él, o mejor, por haberles hecho el amor.
En la Tierra, piensa como un humano, se reprochó a sí mismo.

Pero, incluso con ese pensamiento, su mirada recorrió sin rumbo el
resto del cuerpo de la mujer. Los senos pronunciados, los pezones
endureciéndose debajo de su mirada, se movían al ritmo de su
respiración agitada. Las puntas eran pequeñas y provocativas
debajo de la blusa blanca convencional. Ésta se adaptaba a su
cuerpo, pero no se ceñía. El escote profundo mostraba las suaves
curvas de la parte superior del seno. Él podía afirmar que ella no
llevaba ropa interior, y que esos pezones tensos eran rígidos y
visibles.

Al bajar la mirada, él distinguió una cintura pequeña que terminaba
en caderas redondeadas. Sintió que sus manos se doblaban por la
necesidad de hundir los dedos en esas curvas y acercarla hacia él.
La falda blanca de etiqueta cayó completamente al suelo. ¿Cómo se
verían esas largas piernas? ¿Y cómo se sentirían alrededor de sus
caderas?

Apelando a toda su disciplina, él levantó su mirada una vez más
para encontrar la de ella y sintió el sobresalto en su alma. Ella le
pertenecería. Él no tenía ninguna duda. En un intento por aliviar el
temor de la mujer, él dijo, “No me tengas miedo, Sharon. Sólo
invoco tu juramento. Soy tu compañero de pacto, Liken da’Kamon.
Jamás te haría daño”.

“No te tengo miedo”, dijo ella con cierta rapidez. Ambos se
preguntaron a quién quería convencer, si a él o a ella misma. “¿Por
qué tendría que estar temerosa? Esto es simplemente la ceremonia.
No creo que seamos compatibles en absoluto. Creo que sólo
debemos expresar nuestras palabras y cuando hayamos
terminado, puedes irte por tu camino y yo por el mío. Al finalizar el
período de conocimiento, simplemente nos reencontraremos aquí y
expresaremos incompatibilidad”.

“Tú me perteneces. Te marcharás conmigo”. Las palabras salieron
de su boca sin pensar. Al ver que los ojos de la mujer se abrían, él
recurrió a la estrategia shimeriana. Conocer el momento adecuado
era decisivo para conseguir cualquier objetivo, en particular
cuando se trataba de mujeres. “No diremos nada más, Sharon,
hasta después de la ceremonia. No deberíamos estar hablando
ahora. Dirígete donde el Creador de pactos y espérame”. Con esas
palabras, él se dio vuelta y atravesó la habitación.

Quizás también podría haber dicho “¡Vete a un convento!” como
algún personaje clásico de Shakespeare. Sharon, conmocionada y
sin habla ante su arrogancia, permaneció allí hasta sentir un leve
tirón en el brazo.

Al darse vuelta, observó el rostro de su amiga Kate y dijo, “Estoy
tan desubicada. No hay forma en que pueda llevar esto a cabo.
¿Cómo se atreve él a darme órdenes de que vaya con el Creador
de pactos como si yo fuera un niño a quien dominar? ¿En qué
pensaba yo? Kate, debemos encontrar la forma de sacarme de
aquí”.

Kate, su amiga desde la escuela primaria, la conocía muy bien.
“Shar, ¿qué te dijo él? Pareces muerta de miedo. ¿Te amenazó o
algo así?”.

Dándose vuelta hacia el otro lado de la habitación, Kate dirigió una
mirada furiosa a los varones shimerianos reunidos allí. Al descubrir
al que había atemorizado a Sharon, ella lo miró con la intención de
matarlo en el acto. Para su desilusión, él apenas levantó una ceja.

Sin embargo, el hombre con el que él conversaba le sonrió
abiertamente e hizo una pequeña seña burlona con la cabeza. Él
era soberbiamente hermoso y su mirada apasionada, y mientras
paseaba por el cuerpo de Kate se sentía increíblemente familiar.
Tenía el suficiente aspecto de ser el próximo problema de Sharon
como para tratarse de su hermano.

Ella sintió una ráfaga de desasosiego e inmediatamente le dio la
espalda. Le preguntó a Sharon, “¿Qué pasó?”, mientras se
despojaba de los sentimientos perturbadores.

Sharon, luchando contra sus propios demonios, no advirtió el
intercambio de su amiga con el otro guerrero. Se encogió de
hombros y dijo, “No, no me amenazó exactamente. Más o menos
me dijo que me callara y me parase junto al Creador de pactos. No
puedo hacerlo, Kate. Sé que cuando nos inscribimos pensamos que
hacíamos lo correcto. Pero ahora, estoy asustada”.

Se esforzó por calmarse mientras recordaba el comienzo de este
caos. “Cuando tienes dieciocho años, piensas que lo sabes todo.
Tus ideales son muy altos. Inscribirse parecía muy sencillo. Era mi
deber. Todas lo sentimos así. Creo que nadie pensó realmente qué
sucedería si el shimeriano se presentaba a cumplir el pacto. Quiero
decir, cuáles son las probabilidades? Sólo se llama a una en veinte
mil aproximadamente para cumplir el pacto. Sé que es mi deber
como humana someterme a la ceremonia y observar las
costumbres, pero no creo que pueda”.

Kate se compadeció de su amiga y se sintió impotente. ¿Qué podía
decir? Todas se habían inscripto en un arrebato idealista de
patriotismo y de deber sin tener en cuenta realmente los costos
potenciales. Ahora, su amiga, la chica con la que literalmente había
crecido y a la que amaba como una hermana, estaba atada legal y
moralmente a un extraterrestre que la despojaría de todo lo que
ella estimaba. Sharon debería intimar con él. Ella era tan inocente
en tantos aspectos. La situación era atemorizante y perturbadora.
Sharon no tenía muchas alternativas a menos que…
“¿Consideraste realmente todas las opciones?”.

Sharon, negando con la cabeza dijo, “No hubo en verdad tiempo
para pensar. Los dos representantes del Creador de pactos se
presentaron ante mi puerta en uniforme y me pidieron que los
acompañara. Ni siquiera me dejaron tomar mi bolso. La situación
me aterrorizó. No podía creer que estuviera sucediendo,
¿entiendes?”.

Ella podía sentir que su cuerpo empezaba a temblar a medida que
la realidad la golpeaba. “Quiero decir, pasó por mi mente cuando
cumplí veintinueve años la semana pasada que el período de
reclamo terminaría en un año. Pero, simplemente parecía muy
improbable. Ellos me llevaron al edificio de pactos en la ciudad y
me dieron estas prendas para ponerme. Ahora tengo veinte
minutos para decidir qué hacer. Ni siquiera sé cómo supieron que
debían traerte aquí. Como no tengo familiares directos, supongo
que te eligieron para que estés junto a mí”.

Parecía lógico, pero Kate sabía que había que concentrarse en lo
que estaba sucediendo. Ella era la abogada en esta circunstancia.
Debía ser capaz de arreglar la situación. Ella debía encontrar la
forma de ayudar a Sharon. “Bueno, podemos hablar de la divertida
experiencia que tuve con los representantes de pactos hace algún
tiempo. En este momento, debemos decidir qué vas a hacer. Sólo
tienes tres alternativas: la seducción, el desafío o la captura. Cada
una de ellas tiene su propio conjunto de normas y problemas.
¿Qué es lo que recuerdas de la evolución de las costumbres?”.

Con las ideas agolpándose en su cabeza, Sharon indagó en su
memoria. “Si escojo la seducción, debemos enunciar los votos, ir a
su planeta y luego vivir juntos por tres semanas. Él…” Su voz se
entrecortó, pero, deliberadamente, ella habló después de apenas
un segundo, “sigue las Reglas de cortejo de la seducción. Eso
significa que él tiene permitidas ciertas intimidades conmigo en
determinados momentos. Algo así como el béisbol… primera base,
segunda base, de esa forma. Él puede ir más allá de las intimidades
establecidas sólo con mi autorización”.

Sharon sintió cada vez más pánico mientras trataba
desesperadamente de recordar lo que les habían enseñado. “Dios,
¡cuánto tiempo antes de la intimidad total, Kate? ¡No puedo
recordarlo!”.

Kate hizo memoria y luego dijo, “Caray, no me darían tiempo para
que obtenga mi copia de tu documentación”. Su expresión dejó
traslucir que alguien pagaría por eso más tarde. “No puedo
recordarlo. Quizás dos o tres días como máximo”.

Tres días. No era mucho tiempo. Sharon creía que dos o tres días
no serían suficientes como para que ella se sintiera cómoda con la
idea de dormir con ese hombre. Aun así, en el peor de los casos,
después de unas pocas semanas de convivencia, ella podría alegar
incompatibilidad y no volver a verlo jamás. “¿Qué recuerdas del
desafío?”.

Kate suspiró y dijo con cuidadosa calma, “Recitas la ceremonia y
haces el juramento, pero, básicamente, lo estás desafiando a que
te seduzca para que te quedes con él. Debes colaborar con todo lo
que él te ordene hacer sexualmente, pero, en última instancia, tú
puedes negarte a copular con él. Él puede retenerte por dos
semanas. Su objetivo durante ese tiempo es vencer tus objeciones
y lograr que desees quedarte. Si cedes y de hecho copulas, no
reúnes las condiciones para alegar incompatibilidad. Aunque no sé,
Sharon. Se supone que los varones shimerianos son muy
dominantes en la cama…”.

Sharon pensó en Liken, pudiendo hacer lo que quisiera durante
dos semanas completas excepto copular. Se estremeció. El
pensamiento también la excitaba, pero sintió que no debía
desafiarlo sexualmente con el nivel de experiencia que ella poseía.
Sólo había tenido dos amantes, ambos algo monótonos y faltos de
imaginación. El sexo había sido afectuosamente íntimo, pero no
exactamente sensacional.

Este tipo era un Kama Sutra ambulante. Ella pensaba que no
podría controlarse en una batalla de ese tipo y salir victoriosa a
ciencia cierta. “No. De ninguna manera. Él está fuera de mi alcance.
La única posibilidad es la captura. Me inclino por eso. Pronuncio las
palabras, pero luego puedo irme. Tengo un día entero de ventaja.
Si logro evadirlo por un mes, puedo entonces alegar
incompatibilidad”. La idea la tranquilizaba.

Kate frunció el ceño. “Sí, pero si él te atrapa, estás en apuros. Él
recibe el resto del mes de obediencia sexual total. Puede hacer
todo lo que quiera, excepto lastimarte seriamente. No necesita
permiso en ningún momento para nada, incluido copular. Debe
guiarse por tus preferencias sexuales, pero no debe en absoluto
jugar honestamente. Se rumorea que ellos tienen dones telepáticos
o mentales, o algo así”.

A Kate se le hizo un nudo en la garganta mientras se imaginaba las
posibilidades. “No sé qué significa eso exactamente, pero
probablemente él pueda leer tu mente. Si capta algo que a ti te
gustaría, pero que jamás admitirías que te agrada, lo usará sin
piedad. Él no puede en realidad obligarte a hacer nada
sexualmente repugnante, pero imagino que te presionará bastante.
Todos conocemos los rumores y las historias sobre la increíble
sexualidad de los shimerianos. Puede ser muy intensa. Tú no tienes
tanta experiencia. Podría resultarte bastante aterrador”.

¿Aterrador? La idea bastaba para que ella quisiera huir de la
habitación en ese momento. Tenía que haber una manera de
manejar esta situación. Después de una larga reflexión, ella
tranquilamente dijo, “pero si rompo el juramento…”.

Ambas mujeres suspiraron y miraron en dirección opuesta. Existían
castigos legales para los juramentos que no se cumplían, como por
ejemplo, “largos años en una institución penal con algunas
compañías muy poco agradables”. Además, la culpa y la vergüenza
serían terribles. Las mujeres inscriptas habían hecho un juramento
por voluntad propia ante la solicitud de su gobierno.

La población shimeriana estaba en problemas. Sufría una enorme
desproporción de varones. No había mujeres suficientes para
aparearse con los varones y formar familias. Un enorme porcentaje
de nacimientos eran varones. Era una espiral descendente y el
gobierno de la Tierra había aceptado ayudar, concluyendo con la
firma del Tratado de amistad.

La Tierra proveía parejas potenciales para los shimerianos. A
cambio, los recursos y la tecnología shimeriana estaban a total
disposición de la Tierra. Ya se habían logrado curas increíbles para
algunas de las peores enfermedades de los humanos, gracias al
conocimiento cooperativo que los científicos shimerianos habían
brindado a los de la Tierra. Ocurrían todo tipo de avances positivos.

El gobierno de la Tierra, dejando claro que no prostituía a su
pueblo, aceptó proporcionar un registro de parejas potenciales y
con cautela acordó Leyes de cortejo. Dado que la versión
masculina shimeriana del cortejo se inclinaba por el secuestro y la
seducción, el gobierno de la Tierra había sido muy específico en
cuanto a que el programa sería voluntario y se respetarían normas
establecidas. Si, después del período para conocerse, la mujer
terrícola no deseaba continuar con la unión, ella tenía derecho de
presentar documentación legal alegando que la unión era
incompatible y debía disolverse.

Al momento de la firma del tratado unos ochenta años atrás, las
mujeres terrícolas se mostraron indecisas y sólo unas pocas
realmente se convirtieron en parejas shimerianas. Sin embargo, al
palparse ampliamente los progresos tecnológicos y médicos
positivos, el gobierno shimeriano presionó con firmeza por un
programa de relaciones públicas en las universidades para
promover la inscripción.

En estas “clases culturales” se explicaba el proceso en términos
elogiosos y se alentaba a las mujeres jóvenes a inscribirse. Las
clases mostraban una tendencia idealista con la emoción apenas
suficiente como para seducir. “Ayude a sus compañeros humanos
y shimerianos también”, era la frase para persuadir, “mientras vive
una aventura”.

Se inscribieron más mujeres terrícolas y se formaron parejas.
Luego, surgieron los rumores sobre los varones shimerianos y sus
destrezas sexuales. Las mujeres suspiraban al hablar de sus
atributos físicos, aunque no se divulgó gran cantidad de
información. Se generó el misterio justo como para intrigar y
seducir hasta las mujeres más testarudas. Cada vez se inscribían
más y más mujeres terrícolas.

Después de un tiempo, la abrumadora respuesta indicó que cada
veinte mil terrícolas inscriptas, sólo una debería cumplir el
juramento. La mayoría, se enamoraría de un varón terrícola. Al
casarse, o cumplir los treinta años, se eliminaría su nombre del
registro con un agradecimiento del gobierno por su voluntad de
brindar servicio.

Sharon suspiró. Romper el Juramento no era una alternativa, en
efecto. Ella había hecho una promesa a su mundo, y por esa razón,
al mundo de él. Ella podía ser muchas cosas, pero no era el tipo de
persona que rompería su palabra.

Los ojos de Kate eran tiernos, llenos de compasión y
preocupación. “¿Qué vas a hacer?”.

“Supongo que sacar el máximo provecho. Cumplir el juramento. Ir
con él a Shimeria. Son sólo tres semanas, ¿no es así? Y él tampoco
es un troll. De manera que llegaré a conocerlo. Después, regresaré
a casa y alegaré incompatibilidad. Mi vida está aquí. Quizás, no
tenga el mejor empleo. Quizás, mi insignificante vida no sea la más
emocionante. Pero es mía. No voy a renunciar y mudarme de
planeta por un tipo”. Ella trataba de ser desafiante, pero, en
cambio, sus palabras sonaron vacilantes.

Kate sabía que ésa era su forma de aliviar las cosas. “¿No es un
troll dijiste? Un eufemismo. El hombre te excita. Cumplirás con tu
deber y tendrás un sexo sensacional. Al menos supongo que será
genial si es tan bueno como luce”.

“Exacto”. Sharon sonrió apenas a medida que afloraba su sentido
del humor. “Además, echarme unos polvos interplanetarios no me
matará. Básicamente, ellos son humanoides. Su sociedad es muy
similar a la nuestra, sólo un poco más evolucionada. Está
principalmente dominada por hombres, pero creo que puedo vivir
con eso durante unas pocas semanas. No sé nada de la cuestión
telepática, pero no creo que puedan leer las mentes todo el tiempo
o algo parecido. Creo que lo descubriré…”.

Decidida a mantener su sonrisa y sacar el mayor provecho de la
situación, ella se dirigió hacia el Creador de pactos. “Vamos”, le
dijo a Kate. “También quiero quitarme esto de encima. No
queremos que el Sr. Alto, Morocho y Arrogante se ofenda”.

La imagen les provocó risa y ambas mujeres se dirigieron al otro
lado de la habitación. Las cabezas de los varones shimerianos
giraron al escuchar el ruido. Muchos de ellos sintieron algo de
envidia por Liken mientras observaban elogiosos a las dos bellas
mujeres y escuchaban sus risas. Liken, por otra parte, estaba
demasiado ansioso por la ceremonia como para prestar mucha
atención. Su hermano Tair que podía percibir esa ansiedad tuvo
que soltar una carcajada.

Con ironía dijo, “Debiste haberla reclamado hace un año, Liken.
Entonces probablemente no estarías tan impaciente hoy”.

Liken negó con la cabeza. “Tú sabes que le estaba dando tiempo.
Ella hará muchos cambios. Es mejor que ella sintiera deseos de
modificar su propia vida antes de enfrentar el matrimonio
shimeriano. Será difícil para ella”.

Liken recordó la reacción de su pequeña y cautelosa bibliotecaria
ante su cultura e hizo una mueca de disgusto, mentalmente. Ella no
reaccionaría bien. Había buenos motivos para no revelar los
métodos shimerianos a las parejas potenciales.

“¿Estás seguro de que ella no tiene idea de la fusión y la unión?
Nos enseñan a ser cuidadosos, pero de vez en cuando han corrido
rumores en la Tierra”. Tair se había enterado de ciertas cosas un
poco escandalosas, aunque algunas tenían algo de verdad.

“No, no creo. Ella parece tenerme miedo en un sentido emocional y
físico, pero aún no he rozado su mente con la mía. Excepto por mi
reconocimiento inicial el año pasado. Mi mente hizo contacto con la
de ella entonces, pero sólo brevemente”.

Tair hizo un gesto de desaprobación al pensar en lo que su
hermano debería explicar. Los humanos, especialmente las
mujeres, pueden reaccionar de forma muy extraña ante las cosas
más bizarras. Su voz era seca. “Sólo asegúrate de obtenerla. Es
bastante conveniente que mi compañera de pacto sea su mejor
amiga. Creo que Kate se mostrará mucho más amable cuando yo
invoque el Juramento si sabe que Sharon es feliz”.

“Entonces, ¿yo debo facilitar tu camino?”. Dijo Liken con una
media sonrisa. Él casi gruñó al imaginarlo. Kate desafiaría a Tair en
todo momento. Era perfecta para él. “Creo que su período para
conocerse no será tan sencillo. La mirada que me propinó
anteriormente pudo haberme derribado. No creo que tu
compañera de pacto sea dulce y amable”.

Los ojos negros de Tair brillaron de risa. “¿Qué haría con dulzura y
amabilidad?”.

De repente, el Creador de pactos, un hombre más bien pequeño
que lucía sus vestiduras ceremoniales en negro y blanco se
adelantó para dirigirse a los que se habían reunido. “Liken da’
Kamon y Sharon Glaston, ¿pueden acercarse a cumplir el
Juramento?”. Se escuchó un murmullo que invadió la habitación
ante sus palabras.

La mayoría de los shimerianos presentes eran solteros y esperaban
ansiosamente hacer los arreglos para invocar sus propios
juramentos. Armaban una fila junto a la pared y esperaban su
turno con los representantes oficiales del Creador de pactos.
Estaban vestidos informalmente con diferentes colores y estilos de
pantalones, camisas y botas, pero había algo en común entre todos
ellos. Había un sentido palpable de impaciencia y auténtico poder
masculino que segregaba cada uno de ellos. Estaban ansiosos por
concluir sus negociaciones, pero se mostraban curiosos en relación
con la ceremonia del juramento. Para muchos de ellos, ésta sería la
primera ceremonia que presenciarían. La ceremonia adquiría cierta
importancia ya que pronto harían sus propios arreglos para
establecer sus tratos.

Liken caminó resuelto hasta donde esperaba el Creador de pactos.
Sharon dio los últimos pasos que los separaban y se paró junto a
él. Tair se quedó de pie en un segundo plano a la izquierda de
Liken, mientras que Kate esperó a la derecha de Sharon. La mirada
de Tair estableció contacto con la mirada furiosa de Kate durante
bastante tiempo antes de darse vuelta para mirar a la otra pareja.

Los veinte minutos siguientes de la ceremonia fueron confusos.
Sharon escuchó la voz monótona del Creador de pactos y
respondió cuando se le pidió. Las palabras reales parecían provenir
de una gran distancia y ella no podía comprender su significado. Lo
único que podía escuchar claramente eran los latidos de su propio
corazón que parecía salirse de su pecho.

Ella miraba fijo al Creador de pactos y, en silencio, se repetía a sí
misma una y otra vez, “Liken, su nombre es Liken. Voy a tener
sexo con el tipo; por lo tanto, debo tratar de recordar su nombre.
Él es un extraterrestre. Me pregunto si el sexo es igual. No voy a
ponerme histérica. Puedo hacerlo. Debo hacerlo. No es gran cosa.
Estará bien. Puedo hacerlo…”. Sharon esperaba que si se repetía
las palabras una y otra vez, se convencería de que estaba haciendo
lo correcto.

Podía sentir el calor de la presencia imponente de Liken parado
robusto y firme junto a ella. Sólo una vez su físico de gran tamaño
se puso rígido por causa de la tensión. El Creador de pactos repitió
las palabras, “Es tu decisión, mi querida. Debes enunciarlo
claramente… ¿qué juramento escoges, de seducción, de desafío o
de captura?”. Había silencio en la habitación mientras todos los
presentes esperaban su respuesta.

Ella respiró hondo. Su mente giró confusa como un trompo. ¿Qué
debía hacer? ¿Qué podía hacer? Ella dijo, con voz temblorosa y
casi inaudible, “Seducción”. Se sintió ridícula y mortificada con sólo
expresar la palabra. Ella esperó que fuera la opción correcta al
sentir que él se relajaba. Con más ímpetu en la voz, dijo con
firmeza, “Escojo la seducción”.

Sharon escuchó a Liken expresar el resto de su voto con voz fuerte
y masculina. Ella sabía que él hablaba español, pero parecía no
poder asimilar lo que él decía. Se sentía desconectada de toda la
escena.

Finalmente, la ceremonia había terminado. Liken extendió sus
manos y pronunció su nombre suavemente, luego un poco más
fuerte. “Sharon…”.

De pronto, Sharon se dio cuenta de que él la esperaba para que
ella le diera su mano. Temblando, ella se extendió. La mano que
tomó la suya era cálida y fuerte. Ella casi se estremeció ante el
contacto. Se sintió bien y temible al mismo tiempo. Mientras el
pulgar de Liken acariciaba la suavidad de la mano de Sharon con
un movimiento reconfortante, ella advirtió que su propia mano
temblaba.

Él le dio un gentil tirón a la mano de Sharon haciendo que ella
levantara la mirada hacia su rostro por primera vez desde el
comienzo de la ceremonia. La sonrisa de Liken se veía al mismo
tiempo satisfecha y provocativa. “Estarás bien. Puedes hacerlo…
unos polvos interplanetarios no te matarán…”.

Sharon jadeaba suavemente mientras lo escuchaba repetir las
palabras que ella había dicho antes. “¡Nos estuviste espiando!”.
Estaba enojada y avergonzada. Su mente trabajaba con
desesperación tratando de recordar sobre qué otras cosas ella y
Kate habían hablado.

Con alivio, él vio el color regresar al rostro de Sharon. Ella se había
puesto pálida y temblorosa durante la ceremonia, pero la ira le
devolvía la vida. “La capacidad auditiva de los shimerianos es
excepcional, sherree: es algo que quizás quieras recordar en el
futuro. Tenemos todo tipo de cualidades interesantes que estoy
seguro disfrutarás”.

Su sonrisa era de oreja a oreja. “Es tiempo de ir al portal.
Despídete de tu amiga”. Con gentileza la giró en dirección de Kate
y estrechó la mano del Creador de pactos. Aceptó las felicitaciones
de los hombres que se habían congregado mientras vigilaba a
Sharon.

Sharon recorrió la corta distancia que la separaba de Kate que
esperaba con lágrimas de ira en los ojos. Odiaba ver a Kate tan
enojada cuando no había nada que ellas pudieran hacer para
cambiar las cosas. Trató de usar un tono suave. “Son sólo unas
pocas semanas, ¿no es así? Regresaré a presentar los papeles y
luego habrá terminado. La vida será como era antes”. Incluso ella
podía percibir la duda en su voz.

Kate estuvo de acuerdo inmediatamente, algo desesperada. “Es
cierto. Estaré aquí cuando regreses. Estarás bien. Iremos a O’
Tooles y celebraremos. Nos pondremos tontas y nos
emborracharemos. Bailaremos y nos burlaremos de nosotras
mismas”. Por su mente pasaban las ideas de todas las cosas
terribles que podían pasarle a Sharon, pero ella sabía que a su
amiga no le ayudaría escucharlas. Sharon necesitaba creer que
todo estaría bien.

Sharon se repuso. “Puedo decirte cómo es dormir con el semental
del universo”.

Kate rió sin fuerzas. “¿Dormir? No te veo durmiendo mucho”.
Ambas rieron. Con un abrazo fuerte, Kate le susurró al oído.
“Hazlo sufrir. Hazlo que te trate bien. Si no lo hace, ambas lo
haremos pagar”.

Kate sintió que le tocaban el hombro. Sorprendida, se dio vuelta y
vio al varón shimeriano que antes la había puesto tan nerviosa. Era
todavía más hermoso de cerca. “¿Qué?”. El tono de su voz era
hostil.

La sonrisa del varón simplemente fue más amplia. “Ella estará bien.
Mi hermano será bueno con ella. Estarán bien juntos”.

Ella subió más la barbilla. “Sí, ella estará bien. Porque si no lo está,
tu hermano lo lamentará. Ambos lo lamentarán. Soy abogada. No
estoy amenazando con demandarte. Te informo mi profesión para
que entiendas lo perra malvada que puedo ser. No me preocupa
jugar honestamente. Simplemente gano. ¿Entiendes?”.

Ella parecía lista a atacarlo físicamente si su amiga sufría una
lesión. Sus ojos negros brillaron con reconocimiento y alguna
secreta diversión. “Entiendo más de lo que crees, sheka. Y espero
ansiosamente poder juguetear contigo”. Con esas sencillas
palabras, él se dio vuelta y se alejó.

Kate sólo podía fijar sus ojos en él mientras registraba sus
afirmaciones. Ella no lo había intimidado en lo más mínimo. No
estaba acostumbrada a este tipo de reacción cuando usaba el
“modo de perra peligrosa”. Era muy eficaz, especialmente con los
hombres.

Sharon rio. No podía evitarlo. “No puedo creerlo… lo amenazaste y
él pareció disfrutarlo”. La diversión auténtica hizo desaparecer
gran parte de su tensión.

Kate emitió un pequeño sonido de incredulidad. “Lo odio”.
Despojándose de todos sus pensamientos sobre el imbécil
intergaláctico, abrazó a Sharon una vez más, con fuerza. “Cuídate.
Te veré pronto”. Luego, antes de que pudiera emocionarse
demasiado, ella se dio vuelta y abandonó la habitación.

Sharon observó a Kate hasta que desapareció. Su corazón
sucumbió al darse cuenta de que su último vínculo con la Tierra
acababa de salir por esa puerta.




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