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Pareció una buena idea en ese momento. Ahora, todos estos años después, ella tenía que reírse ante la perversidad del destino. Él era el sexo personificado. Ella era sólo una bibliotecaria de un pequeño pueblo.
De pie frente a ella, vestido con una camisa de seda de color negro y pantalones de cuero, él parecía ser seis pies siete pulgadas de musculatura esculpida, apetitosa y sexy. Era el tipo de hombre que las madres advertían a sus hijas evitar, y sobre el que los buenos amigos aconsejaban, “disfruta el momento mientras puedas; con el tiempo, él romperá tu corazón”.
Su cabello, muy corto al estilo militar, era negro como el azabache. Su rostro, de ángulos masculinos. Era bello a la manera de un guerrero. Parecía tener alrededor de treinta y cinco años de edad, difíciles gran cantidad de ellos. No era un hombre bonito, sensible, en contacto con sus sentimientos. El tipo era un peligro rotundo. Estaba totalmente fuera del alcance de ella.
Ella tenía el estilo de las túnicas de algodón, un buen libro y un simpático velador. Él era sexo desenfrenado, prohibido y sin límites en la oscuridad. Cuando sus miradas establecieron contacto por primera vez, ella vio que eran de color azul profundo y ardiente. En esa mirada, ella vio la llama azul del deseo intenso y la posesión. Él la deseaba, no había dudas de eso, pero aún más aterrador, su mirada deambuló por el cuerpo de la mujer como si él ya lo hubiese reclamado. Reiteradamente. Íntimamente.
Sharon sintió como si se hubiera tirado de un acantilado. Su corazón palpitaba, se había sonrojado y sentía un impulso por gritar. Ella bajó su mirada a la alfombra presa del pánico.
Esto había sido realmente un gran error. Quizás cumplir con su deber e inscribirse no había sido una buena idea. Probablemente sólo sonreiría, lo miraría a los ojos y le diría, “Sé que se supone que debemos comprometernos, pero ¿puede usted tal vez encontrar otra prometida? No puedo tener sexo escandaloso con usted. Por Dios, sólo soy una bibliotecaria. En realidad, no soy aventurera. No deseo verdaderamente vivir en otro planeta o fusionar mentes o realizar cualquier otra actividad extraterrestre. Simplemente me iré ahora…”. Con un suspiro, ella alzó su mirada para mirarlo y sintió que las palabras quedaban atrapadas en su garganta.
Él sonreía. De hecho, casi reía. La repentina diversión suavizó un poco los rasgos del hombre y lo hizo más accesible. No la habían engañado. Esto lo hizo aún más peligroso.
Con un pequeño resoplido en señal de fastidio, ella enderezó los hombros. De acuerdo, estaba asustada e incluso aterrorizada, pero él lo lamentaría si seguía riéndose: ella encontraría la forma de hacerlo pagar. Respiró hondo, entrecruzó las manos y se inclinó hacia él con agresividad. Sus rodillas podían temblar, pero ella le demostraría que no sentía temor de un tipo corpulento, de sonrisa burlona, sexy y fastidioso. Jamás. Era mejor que él entendiese ahora mismo que ella no era ingenua.
* * * * *
Liken miró a la pequeña belleza parada tan asustada y desafiante frente a él y sintió regocijo en su corazón. Ella era perfecta. Su estructura de cinco pies ocho pulgadas casi vibraba con nerviosismo e indignación. Ella era hermosa y valiente. Él admiraba la belleza, pero ella necesitaría de coraje en el futuro. Ella combatía el efecto que él tenía sobre ella ahora, pero eso cambiaría. Él se aseguraría de eso. Primero, sin embargo, tenía que controlar su propia excitación sexual.
Ella tenía cabello negro y largo que caía apenas debajo de sus hombros. Verlo personalmente, y no telepáticamente, le hizo sentir deseos de tocarlo con las manos. Él ansiaba ese cabello extendido en su almohada. O aun mejor, sobre cada pulgada de su cuerpo. Los ojos de la mujer eran como piedras del mar, de color verde profundo y parecían iluminados desde el interior. Su rostro no era de una belleza shimeriana clásica. La boca era un tanto demasiado gruesa, la nariz un tanto demasiado respingada. Sin embargo, el efecto global sobre sus sentidos era devastador.
Él quería que ese rostro lo mirara con deseo, con necesidad. Él deseaba que esos labios gruesos estuvieran hinchados y sensibles por haber copulado con él, o mejor, por haberles hecho el amor. En la Tierra, piensa como un humano, se reprochó a sí mismo.
Pero, incluso con ese pensamiento, su mirada recorrió sin rumbo el resto del cuerpo de la mujer. Los senos pronunciados, los pezones endureciéndose debajo de su mirada, se movían al ritmo de su respiración agitada. Las puntas eran pequeñas y provocativas debajo de la blusa blanca convencional. Ésta se adaptaba a su cuerpo, pero no se ceñía. El escote profundo mostraba las suaves curvas de la parte superior del seno. Él podía afirmar que ella no llevaba ropa interior, y que esos pezones tensos eran rígidos y visibles.
Al bajar la mirada, él distinguió una cintura pequeña que terminaba en caderas redondeadas. Sintió que sus manos se doblaban por la necesidad de hundir los dedos en esas curvas y acercarla hacia él. La falda blanca de etiqueta cayó completamente al suelo. ¿Cómo se verían esas largas piernas? ¿Y cómo se sentirían alrededor de sus caderas?
Apelando a toda su disciplina, él levantó su mirada una vez más para encontrar la de ella y sintió el sobresalto en su alma. Ella le pertenecería. Él no tenía ninguna duda. En un intento por aliviar el temor de la mujer, él dijo, “No me tengas miedo, Sharon. Sólo invoco tu juramento. Soy tu compañero de pacto, Liken da’Kamon. Jamás te haría daño”.
“No te tengo miedo”, dijo ella con cierta rapidez. Ambos se preguntaron a quién quería convencer, si a él o a ella misma. “¿Por qué tendría que estar temerosa? Esto es simplemente la ceremonia. No creo que seamos compatibles en absoluto. Creo que sólo debemos expresar nuestras palabras y cuando hayamos terminado, puedes irte por tu camino y yo por el mío. Al finalizar el período de conocimiento, simplemente nos reencontraremos aquí y expresaremos incompatibilidad”.
“Tú me perteneces. Te marcharás conmigo”. Las palabras salieron de su boca sin pensar. Al ver que los ojos de la mujer se abrían, él recurrió a la estrategia shimeriana. Conocer el momento adecuado era decisivo para conseguir cualquier objetivo, en particular cuando se trataba de mujeres. “No diremos nada más, Sharon, hasta después de la ceremonia. No deberíamos estar hablando ahora. Dirígete donde el Creador de pactos y espérame”. Con esas palabras, él se dio vuelta y atravesó la habitación.
Quizás también podría haber dicho “¡Vete a un convento!” como algún personaje clásico de Shakespeare. Sharon, conmocionada y sin habla ante su arrogancia, permaneció allí hasta sentir un leve tirón en el brazo.
Al darse vuelta, observó el rostro de su amiga Kate y dijo, “Estoy tan desubicada. No hay forma en que pueda llevar esto a cabo. ¿Cómo se atreve él a darme órdenes de que vaya con el Creador de pactos como si yo fuera un niño a quien dominar? ¿En qué pensaba yo? Kate, debemos encontrar la forma de sacarme de aquí”.
Kate, su amiga desde la escuela primaria, la conocía muy bien. “Shar, ¿qué te dijo él? Pareces muerta de miedo. ¿Te amenazó o algo así?”.
Dándose vuelta hacia el otro lado de la habitación, Kate dirigió una mirada furiosa a los varones shimerianos reunidos allí. Al descubrir al que había atemorizado a Sharon, ella lo miró con la intención de matarlo en el acto. Para su desilusión, él apenas levantó una ceja.
Sin embargo, el hombre con el que él conversaba le sonrió abiertamente e hizo una pequeña seña burlona con la cabeza. Él era soberbiamente hermoso y su mirada apasionada, y mientras paseaba por el cuerpo de Kate se sentía increíblemente familiar. Tenía el suficiente aspecto de ser el próximo problema de Sharon como para tratarse de su hermano.
Ella sintió una ráfaga de desasosiego e inmediatamente le dio la espalda. Le preguntó a Sharon, “¿Qué pasó?”, mientras se despojaba de los sentimientos perturbadores.
Sharon, luchando contra sus propios demonios, no advirtió el intercambio de su amiga con el otro guerrero. Se encogió de hombros y dijo, “No, no me amenazó exactamente. Más o menos me dijo que me callara y me parase junto al Creador de pactos. No puedo hacerlo, Kate. Sé que cuando nos inscribimos pensamos que hacíamos lo correcto. Pero ahora, estoy asustada”.
Se esforzó por calmarse mientras recordaba el comienzo de este caos. “Cuando tienes dieciocho años, piensas que lo sabes todo. Tus ideales son muy altos. Inscribirse parecía muy sencillo. Era mi deber. Todas lo sentimos así. Creo que nadie pensó realmente qué sucedería si el shimeriano se presentaba a cumplir el pacto. Quiero decir, cuáles son las probabilidades? Sólo se llama a una en veinte mil aproximadamente para cumplir el pacto. Sé que es mi deber como humana someterme a la ceremonia y observar las costumbres, pero no creo que pueda”.
Kate se compadeció de su amiga y se sintió impotente. ¿Qué podía decir? Todas se habían inscripto en un arrebato idealista de patriotismo y de deber sin tener en cuenta realmente los costos potenciales. Ahora, su amiga, la chica con la que literalmente había crecido y a la que amaba como una hermana, estaba atada legal y moralmente a un extraterrestre que la despojaría de todo lo que ella estimaba. Sharon debería intimar con él. Ella era tan inocente en tantos aspectos. La situación era atemorizante y perturbadora. Sharon no tenía muchas alternativas a menos que… “¿Consideraste realmente todas las opciones?”.
Sharon, negando con la cabeza dijo, “No hubo en verdad tiempo para pensar. Los dos representantes del Creador de pactos se presentaron ante mi puerta en uniforme y me pidieron que los acompañara. Ni siquiera me dejaron tomar mi bolso. La situación me aterrorizó. No podía creer que estuviera sucediendo, ¿entiendes?”.
Ella podía sentir que su cuerpo empezaba a temblar a medida que la realidad la golpeaba. “Quiero decir, pasó por mi mente cuando cumplí veintinueve años la semana pasada que el período de reclamo terminaría en un año. Pero, simplemente parecía muy improbable. Ellos me llevaron al edificio de pactos en la ciudad y me dieron estas prendas para ponerme. Ahora tengo veinte minutos para decidir qué hacer. Ni siquiera sé cómo supieron que debían traerte aquí. Como no tengo familiares directos, supongo que te eligieron para que estés junto a mí”.
Parecía lógico, pero Kate sabía que había que concentrarse en lo que estaba sucediendo. Ella era la abogada en esta circunstancia. Debía ser capaz de arreglar la situación. Ella debía encontrar la forma de ayudar a Sharon. “Bueno, podemos hablar de la divertida experiencia que tuve con los representantes de pactos hace algún tiempo. En este momento, debemos decidir qué vas a hacer. Sólo tienes tres alternativas: la seducción, el desafío o la captura. Cada una de ellas tiene su propio conjunto de normas y problemas. ¿Qué es lo que recuerdas de la evolución de las costumbres?”.
Con las ideas agolpándose en su cabeza, Sharon indagó en su memoria. “Si escojo la seducción, debemos enunciar los votos, ir a su planeta y luego vivir juntos por tres semanas. Él…” Su voz se entrecortó, pero, deliberadamente, ella habló después de apenas un segundo, “sigue las Reglas de cortejo de la seducción. Eso significa que él tiene permitidas ciertas intimidades conmigo en determinados momentos. Algo así como el béisbol… primera base, segunda base, de esa forma. Él puede ir más allá de las intimidades establecidas sólo con mi autorización”.
Sharon sintió cada vez más pánico mientras trataba desesperadamente de recordar lo que les habían enseñado. “Dios, ¡cuánto tiempo antes de la intimidad total, Kate? ¡No puedo recordarlo!”.
Kate hizo memoria y luego dijo, “Caray, no me darían tiempo para que obtenga mi copia de tu documentación”. Su expresión dejó traslucir que alguien pagaría por eso más tarde. “No puedo recordarlo. Quizás dos o tres días como máximo”.
Tres días. No era mucho tiempo. Sharon creía que dos o tres días no serían suficientes como para que ella se sintiera cómoda con la idea de dormir con ese hombre. Aun así, en el peor de los casos, después de unas pocas semanas de convivencia, ella podría alegar incompatibilidad y no volver a verlo jamás. “¿Qué recuerdas del desafío?”.
Kate suspiró y dijo con cuidadosa calma, “Recitas la ceremonia y haces el juramento, pero, básicamente, lo estás desafiando a que te seduzca para que te quedes con él. Debes colaborar con todo lo que él te ordene hacer sexualmente, pero, en última instancia, tú puedes negarte a copular con él. Él puede retenerte por dos semanas. Su objetivo durante ese tiempo es vencer tus objeciones y lograr que desees quedarte. Si cedes y de hecho copulas, no reúnes las condiciones para alegar incompatibilidad. Aunque no sé, Sharon. Se supone que los varones shimerianos son muy dominantes en la cama…”.
Sharon pensó en Liken, pudiendo hacer lo que quisiera durante dos semanas completas excepto copular. Se estremeció. El pensamiento también la excitaba, pero sintió que no debía desafiarlo sexualmente con el nivel de experiencia que ella poseía. Sólo había tenido dos amantes, ambos algo monótonos y faltos de imaginación. El sexo había sido afectuosamente íntimo, pero no exactamente sensacional.
Este tipo era un Kama Sutra ambulante. Ella pensaba que no podría controlarse en una batalla de ese tipo y salir victoriosa a ciencia cierta. “No. De ninguna manera. Él está fuera de mi alcance. La única posibilidad es la captura. Me inclino por eso. Pronuncio las palabras, pero luego puedo irme. Tengo un día entero de ventaja. Si logro evadirlo por un mes, puedo entonces alegar incompatibilidad”. La idea la tranquilizaba.
Kate frunció el ceño. “Sí, pero si él te atrapa, estás en apuros. Él recibe el resto del mes de obediencia sexual total. Puede hacer todo lo que quiera, excepto lastimarte seriamente. No necesita permiso en ningún momento para nada, incluido copular. Debe guiarse por tus preferencias sexuales, pero no debe en absoluto jugar honestamente. Se rumorea que ellos tienen dones telepáticos o mentales, o algo así”.
A Kate se le hizo un nudo en la garganta mientras se imaginaba las posibilidades. “No sé qué significa eso exactamente, pero probablemente él pueda leer tu mente. Si capta algo que a ti te gustaría, pero que jamás admitirías que te agrada, lo usará sin piedad. Él no puede en realidad obligarte a hacer nada sexualmente repugnante, pero imagino que te presionará bastante. Todos conocemos los rumores y las historias sobre la increíble sexualidad de los shimerianos. Puede ser muy intensa. Tú no tienes tanta experiencia. Podría resultarte bastante aterrador”.
¿Aterrador? La idea bastaba para que ella quisiera huir de la habitación en ese momento. Tenía que haber una manera de manejar esta situación. Después de una larga reflexión, ella tranquilamente dijo, “pero si rompo el juramento…”.
Ambas mujeres suspiraron y miraron en dirección opuesta. Existían castigos legales para los juramentos que no se cumplían, como por ejemplo, “largos años en una institución penal con algunas compañías muy poco agradables”. Además, la culpa y la vergüenza serían terribles. Las mujeres inscriptas habían hecho un juramento por voluntad propia ante la solicitud de su gobierno.
La población shimeriana estaba en problemas. Sufría una enorme desproporción de varones. No había mujeres suficientes para aparearse con los varones y formar familias. Un enorme porcentaje de nacimientos eran varones. Era una espiral descendente y el gobierno de la Tierra había aceptado ayudar, concluyendo con la firma del Tratado de amistad.
La Tierra proveía parejas potenciales para los shimerianos. A cambio, los recursos y la tecnología shimeriana estaban a total disposición de la Tierra. Ya se habían logrado curas increíbles para algunas de las peores enfermedades de los humanos, gracias al conocimiento cooperativo que los científicos shimerianos habían brindado a los de la Tierra. Ocurrían todo tipo de avances positivos.
El gobierno de la Tierra, dejando claro que no prostituía a su pueblo, aceptó proporcionar un registro de parejas potenciales y con cautela acordó Leyes de cortejo. Dado que la versión masculina shimeriana del cortejo se inclinaba por el secuestro y la seducción, el gobierno de la Tierra había sido muy específico en cuanto a que el programa sería voluntario y se respetarían normas establecidas. Si, después del período para conocerse, la mujer terrícola no deseaba continuar con la unión, ella tenía derecho de presentar documentación legal alegando que la unión era incompatible y debía disolverse.
Al momento de la firma del tratado unos ochenta años atrás, las mujeres terrícolas se mostraron indecisas y sólo unas pocas realmente se convirtieron en parejas shimerianas. Sin embargo, al palparse ampliamente los progresos tecnológicos y médicos positivos, el gobierno shimeriano presionó con firmeza por un programa de relaciones públicas en las universidades para promover la inscripción.
En estas “clases culturales” se explicaba el proceso en términos elogiosos y se alentaba a las mujeres jóvenes a inscribirse. Las clases mostraban una tendencia idealista con la emoción apenas suficiente como para seducir. “Ayude a sus compañeros humanos y shimerianos también”, era la frase para persuadir, “mientras vive una aventura”.
Se inscribieron más mujeres terrícolas y se formaron parejas. Luego, surgieron los rumores sobre los varones shimerianos y sus destrezas sexuales. Las mujeres suspiraban al hablar de sus atributos físicos, aunque no se divulgó gran cantidad de información. Se generó el misterio justo como para intrigar y seducir hasta las mujeres más testarudas. Cada vez se inscribían más y más mujeres terrícolas.
Después de un tiempo, la abrumadora respuesta indicó que cada veinte mil terrícolas inscriptas, sólo una debería cumplir el juramento. La mayoría, se enamoraría de un varón terrícola. Al casarse, o cumplir los treinta años, se eliminaría su nombre del registro con un agradecimiento del gobierno por su voluntad de brindar servicio.
Sharon suspiró. Romper el Juramento no era una alternativa, en efecto. Ella había hecho una promesa a su mundo, y por esa razón, al mundo de él. Ella podía ser muchas cosas, pero no era el tipo de persona que rompería su palabra.
Los ojos de Kate eran tiernos, llenos de compasión y preocupación. “¿Qué vas a hacer?”.
“Supongo que sacar el máximo provecho. Cumplir el juramento. Ir con él a Shimeria. Son sólo tres semanas, ¿no es así? Y él tampoco es un troll. De manera que llegaré a conocerlo. Después, regresaré a casa y alegaré incompatibilidad. Mi vida está aquí. Quizás, no tenga el mejor empleo. Quizás, mi insignificante vida no sea la más emocionante. Pero es mía. No voy a renunciar y mudarme de planeta por un tipo”. Ella trataba de ser desafiante, pero, en cambio, sus palabras sonaron vacilantes.
Kate sabía que ésa era su forma de aliviar las cosas. “¿No es un troll dijiste? Un eufemismo. El hombre te excita. Cumplirás con tu deber y tendrás un sexo sensacional. Al menos supongo que será genial si es tan bueno como luce”.
“Exacto”. Sharon sonrió apenas a medida que afloraba su sentido del humor. “Además, echarme unos polvos interplanetarios no me matará. Básicamente, ellos son humanoides. Su sociedad es muy similar a la nuestra, sólo un poco más evolucionada. Está principalmente dominada por hombres, pero creo que puedo vivir con eso durante unas pocas semanas. No sé nada de la cuestión telepática, pero no creo que puedan leer las mentes todo el tiempo o algo parecido. Creo que lo descubriré…”.
Decidida a mantener su sonrisa y sacar el mayor provecho de la situación, ella se dirigió hacia el Creador de pactos. “Vamos”, le dijo a Kate. “También quiero quitarme esto de encima. No queremos que el Sr. Alto, Morocho y Arrogante se ofenda”.
La imagen les provocó risa y ambas mujeres se dirigieron al otro lado de la habitación. Las cabezas de los varones shimerianos giraron al escuchar el ruido. Muchos de ellos sintieron algo de envidia por Liken mientras observaban elogiosos a las dos bellas mujeres y escuchaban sus risas. Liken, por otra parte, estaba demasiado ansioso por la ceremonia como para prestar mucha atención. Su hermano Tair que podía percibir esa ansiedad tuvo que soltar una carcajada.
Con ironía dijo, “Debiste haberla reclamado hace un año, Liken. Entonces probablemente no estarías tan impaciente hoy”.
Liken negó con la cabeza. “Tú sabes que le estaba dando tiempo. Ella hará muchos cambios. Es mejor que ella sintiera deseos de modificar su propia vida antes de enfrentar el matrimonio shimeriano. Será difícil para ella”.
Liken recordó la reacción de su pequeña y cautelosa bibliotecaria ante su cultura e hizo una mueca de disgusto, mentalmente. Ella no reaccionaría bien. Había buenos motivos para no revelar los métodos shimerianos a las parejas potenciales.
“¿Estás seguro de que ella no tiene idea de la fusión y la unión? Nos enseñan a ser cuidadosos, pero de vez en cuando han corrido rumores en la Tierra”. Tair se había enterado de ciertas cosas un poco escandalosas, aunque algunas tenían algo de verdad.
“No, no creo. Ella parece tenerme miedo en un sentido emocional y físico, pero aún no he rozado su mente con la mía. Excepto por mi reconocimiento inicial el año pasado. Mi mente hizo contacto con la de ella entonces, pero sólo brevemente”.
Tair hizo un gesto de desaprobación al pensar en lo que su hermano debería explicar. Los humanos, especialmente las mujeres, pueden reaccionar de forma muy extraña ante las cosas más bizarras. Su voz era seca. “Sólo asegúrate de obtenerla. Es bastante conveniente que mi compañera de pacto sea su mejor amiga. Creo que Kate se mostrará mucho más amable cuando yo invoque el Juramento si sabe que Sharon es feliz”.
“Entonces, ¿yo debo facilitar tu camino?”. Dijo Liken con una media sonrisa. Él casi gruñó al imaginarlo. Kate desafiaría a Tair en todo momento. Era perfecta para él. “Creo que su período para conocerse no será tan sencillo. La mirada que me propinó anteriormente pudo haberme derribado. No creo que tu compañera de pacto sea dulce y amable”.
Los ojos negros de Tair brillaron de risa. “¿Qué haría con dulzura y amabilidad?”.
De repente, el Creador de pactos, un hombre más bien pequeño que lucía sus vestiduras ceremoniales en negro y blanco se adelantó para dirigirse a los que se habían reunido. “Liken da’ Kamon y Sharon Glaston, ¿pueden acercarse a cumplir el Juramento?”. Se escuchó un murmullo que invadió la habitación ante sus palabras.
La mayoría de los shimerianos presentes eran solteros y esperaban ansiosamente hacer los arreglos para invocar sus propios juramentos. Armaban una fila junto a la pared y esperaban su turno con los representantes oficiales del Creador de pactos. Estaban vestidos informalmente con diferentes colores y estilos de pantalones, camisas y botas, pero había algo en común entre todos ellos. Había un sentido palpable de impaciencia y auténtico poder masculino que segregaba cada uno de ellos. Estaban ansiosos por concluir sus negociaciones, pero se mostraban curiosos en relación con la ceremonia del juramento. Para muchos de ellos, ésta sería la primera ceremonia que presenciarían. La ceremonia adquiría cierta importancia ya que pronto harían sus propios arreglos para establecer sus tratos.
Liken caminó resuelto hasta donde esperaba el Creador de pactos. Sharon dio los últimos pasos que los separaban y se paró junto a él. Tair se quedó de pie en un segundo plano a la izquierda de Liken, mientras que Kate esperó a la derecha de Sharon. La mirada de Tair estableció contacto con la mirada furiosa de Kate durante bastante tiempo antes de darse vuelta para mirar a la otra pareja.
Los veinte minutos siguientes de la ceremonia fueron confusos. Sharon escuchó la voz monótona del Creador de pactos y respondió cuando se le pidió. Las palabras reales parecían provenir de una gran distancia y ella no podía comprender su significado. Lo único que podía escuchar claramente eran los latidos de su propio corazón que parecía salirse de su pecho.
Ella miraba fijo al Creador de pactos y, en silencio, se repetía a sí misma una y otra vez, “Liken, su nombre es Liken. Voy a tener sexo con el tipo; por lo tanto, debo tratar de recordar su nombre. Él es un extraterrestre. Me pregunto si el sexo es igual. No voy a ponerme histérica. Puedo hacerlo. Debo hacerlo. No es gran cosa. Estará bien. Puedo hacerlo…”. Sharon esperaba que si se repetía las palabras una y otra vez, se convencería de que estaba haciendo lo correcto.
Podía sentir el calor de la presencia imponente de Liken parado robusto y firme junto a ella. Sólo una vez su físico de gran tamaño se puso rígido por causa de la tensión. El Creador de pactos repitió las palabras, “Es tu decisión, mi querida. Debes enunciarlo claramente… ¿qué juramento escoges, de seducción, de desafío o de captura?”. Había silencio en la habitación mientras todos los presentes esperaban su respuesta.
Ella respiró hondo. Su mente giró confusa como un trompo. ¿Qué debía hacer? ¿Qué podía hacer? Ella dijo, con voz temblorosa y casi inaudible, “Seducción”. Se sintió ridícula y mortificada con sólo expresar la palabra. Ella esperó que fuera la opción correcta al sentir que él se relajaba. Con más ímpetu en la voz, dijo con firmeza, “Escojo la seducción”.
Sharon escuchó a Liken expresar el resto de su voto con voz fuerte y masculina. Ella sabía que él hablaba español, pero parecía no poder asimilar lo que él decía. Se sentía desconectada de toda la escena.
Finalmente, la ceremonia había terminado. Liken extendió sus manos y pronunció su nombre suavemente, luego un poco más fuerte. “Sharon…”.
De pronto, Sharon se dio cuenta de que él la esperaba para que ella le diera su mano. Temblando, ella se extendió. La mano que tomó la suya era cálida y fuerte. Ella casi se estremeció ante el contacto. Se sintió bien y temible al mismo tiempo. Mientras el pulgar de Liken acariciaba la suavidad de la mano de Sharon con un movimiento reconfortante, ella advirtió que su propia mano temblaba.
Él le dio un gentil tirón a la mano de Sharon haciendo que ella levantara la mirada hacia su rostro por primera vez desde el comienzo de la ceremonia. La sonrisa de Liken se veía al mismo tiempo satisfecha y provocativa. “Estarás bien. Puedes hacerlo… unos polvos interplanetarios no te matarán…”.
Sharon jadeaba suavemente mientras lo escuchaba repetir las palabras que ella había dicho antes. “¡Nos estuviste espiando!”. Estaba enojada y avergonzada. Su mente trabajaba con desesperación tratando de recordar sobre qué otras cosas ella y Kate habían hablado.
Con alivio, él vio el color regresar al rostro de Sharon. Ella se había puesto pálida y temblorosa durante la ceremonia, pero la ira le devolvía la vida. “La capacidad auditiva de los shimerianos es excepcional, sherree: es algo que quizás quieras recordar en el futuro. Tenemos todo tipo de cualidades interesantes que estoy seguro disfrutarás”.
Su sonrisa era de oreja a oreja. “Es tiempo de ir al portal. Despídete de tu amiga”. Con gentileza la giró en dirección de Kate y estrechó la mano del Creador de pactos. Aceptó las felicitaciones de los hombres que se habían congregado mientras vigilaba a Sharon.
Sharon recorrió la corta distancia que la separaba de Kate que esperaba con lágrimas de ira en los ojos. Odiaba ver a Kate tan enojada cuando no había nada que ellas pudieran hacer para cambiar las cosas. Trató de usar un tono suave. “Son sólo unas pocas semanas, ¿no es así? Regresaré a presentar los papeles y luego habrá terminado. La vida será como era antes”. Incluso ella podía percibir la duda en su voz.
Kate estuvo de acuerdo inmediatamente, algo desesperada. “Es cierto. Estaré aquí cuando regreses. Estarás bien. Iremos a O’ Tooles y celebraremos. Nos pondremos tontas y nos emborracharemos. Bailaremos y nos burlaremos de nosotras mismas”. Por su mente pasaban las ideas de todas las cosas terribles que podían pasarle a Sharon, pero ella sabía que a su amiga no le ayudaría escucharlas. Sharon necesitaba creer que todo estaría bien.
Sharon se repuso. “Puedo decirte cómo es dormir con el semental del universo”.
Kate rió sin fuerzas. “¿Dormir? No te veo durmiendo mucho”. Ambas rieron. Con un abrazo fuerte, Kate le susurró al oído. “Hazlo sufrir. Hazlo que te trate bien. Si no lo hace, ambas lo haremos pagar”.
Kate sintió que le tocaban el hombro. Sorprendida, se dio vuelta y vio al varón shimeriano que antes la había puesto tan nerviosa. Era todavía más hermoso de cerca. “¿Qué?”. El tono de su voz era hostil.
La sonrisa del varón simplemente fue más amplia. “Ella estará bien. Mi hermano será bueno con ella. Estarán bien juntos”.
Ella subió más la barbilla. “Sí, ella estará bien. Porque si no lo está, tu hermano lo lamentará. Ambos lo lamentarán. Soy abogada. No estoy amenazando con demandarte. Te informo mi profesión para que entiendas lo perra malvada que puedo ser. No me preocupa jugar honestamente. Simplemente gano. ¿Entiendes?”.
Ella parecía lista a atacarlo físicamente si su amiga sufría una lesión. Sus ojos negros brillaron con reconocimiento y alguna secreta diversión. “Entiendo más de lo que crees, sheka. Y espero ansiosamente poder juguetear contigo”. Con esas sencillas palabras, él se dio vuelta y se alejó.
Kate sólo podía fijar sus ojos en él mientras registraba sus afirmaciones. Ella no lo había intimidado en lo más mínimo. No estaba acostumbrada a este tipo de reacción cuando usaba el “modo de perra peligrosa”. Era muy eficaz, especialmente con los hombres.
Sharon rio. No podía evitarlo. “No puedo creerlo… lo amenazaste y él pareció disfrutarlo”. La diversión auténtica hizo desaparecer gran parte de su tensión.
Kate emitió un pequeño sonido de incredulidad. “Lo odio”. Despojándose de todos sus pensamientos sobre el imbécil intergaláctico, abrazó a Sharon una vez más, con fuerza. “Cuídate. Te veré pronto”. Luego, antes de que pudiera emocionarse demasiado, ella se dio vuelta y abandonó la habitación.
Sharon observó a Kate hasta que desapareció. Su corazón sucumbió al darse cuenta de que su último vínculo con la Tierra acababa de salir por esa puerta.